En
la red anda rondando un chiste que bien puede ser traído a colación en este
artículo:
Jaimito le pide matrimonio a Dianita, ella que le dice que no y
fueron felices para siempre!
Lógicamente,
ese chiste tiene que haber sido creado por una persona casada, porque el
matrimonio es como un paseo en lancha: todos los solteros se quieren subir a la
lancha pero una vez que están arriba, el viento se torna fuerte y el mar se
agita, la gran mayoría se quiere bajar, o por lo menos, se pregunta que ideas tenían en la cabeza que lo llevo a
tomar la decisión de subirse.
En
las buenas épocas del matrimonio, no podemos negar que es el mejor estado
civil: se tiene compañero permanente, se tienen metas en común, y el apoyo
mutuo, la afectividad y la sexualidad por
lo menos en ese momento están resueltos, y quiero dejar claro que no están
excluidas totalmente las diferencias pero en términos generales hay una buena
convivencia. De hecho, la gran mayoría de parejas hacen lo humanamente posible por
transmitir al resto del mundo ese
perfecto estado.
Gracias
a Dios el internet nos ha permitido ver que las dificultades de los
matrimonios no son solo de los países jóvenes como es el caso de los latinos,
sino que también se dan en la bella Europa, Estados Unidos y el mundo en
general.
Mas
allá de los príncipes azules y los cuentos de hadas, las mujeres por naturaleza
somos las que construimos el nido para las crías, igualito que el resto de los
animales. Necesitamos tener un hogar para criar los hijos, y ese hogar
difícilmente se puede dar sin el concurso del hombre, de ahí nuestra necesidad
primaria de tener un compañero.
Desafortunadamente,
el concepto de amar no nos fue inculcado, ni a mujeres ni a hombres, si miramos
bien, todos hablamos de amor, pero la realidad es que no sabemos con que se
come el amor. Generalmente lo confundimos con apego, costumbre, zona de confort
o simplemente que no tenemos ni idea que hacer con la vida y lo mismo es estar
ahí que en cualquier parte.
Otro
pequeño detalle, es que no aceptamos al otro como es, sino como queremos que
sea, dicho de otra forma, nos casamos con nosotros mismos, y como no cambiamos,
pretendemos que el otro lo haga. Este pequeño detalle, es el gran contribuyente
a que los matrimonios se vuelvan un eterno lugar de lucha de poderes, en el
cual, los malos tratos de parte y parte, la intolerancia, los resentimientos,
la falta de equidad de género, hagan un nido de cultivo para hacer de la
relación un espacio que lejos de ayudar a llevar la vida y evolucionar, se
convierte en una “jartera” a veces extremadamente pesada y dolorosa.
¿Cuantas
veces no hemos llegado con el lomo doblado por la lucha y lo que necesitamos es
un abrazo y encontramos al otro, que hemos escogido, supuestamente, para eso,
terminar de acabarnos con un comentario hiriente, un vuelta de espalda o la
diferencia absoluta en la mejor de las situaciones, o peor aún, generando más
inconvenientes de los que ya cargamos?
Al
hombre se le reconoce que enfrenta la calle para traer el sustento para la
casa, y como es de dura esa calle! Y la mujer, que se vio empujada por los
padres, la sociedad de consumo, y la necesidad de sacudirse de la sumisión y el maltrato, a
cumplir roles en la calle y en la casa, agobiada por no terminar haciendo nada
bien, porque si la mujer es sincera su prioridad número uno es su compañero,
los hijos y la casa, no necesariamente en ese orden, y para poder cumplir con
todo, algo le falla: o la relación con la pareja, o el trabajo o lo peor que es
la crianza de los hijos.
Porque
la verdad, no tengo idea de dónde sacaron que la crianza solo es
responsabilidad de la mujer, que madre solo hay una pero que padre es
cualquiera. Falso, falso. Para poder ser madre hay que tener un padre, que es
el que impone la ley, el que da paso a la identificación sexual a través de la
superación del Edipo, el que de alguna manera determina el comportamiento con
la abundancia, y para completar la salud mental, nos las da el padre!
Es
complicado mantenerse casado: la rutina, la lucha por construir, la crianza de
los hijos, las crisis evolutivas que vivimos como seres humanos, el mismo
discurso rallado, todo se confabula para hacer del matrimonio una jartera de
marca mayor.
Y
eso sin añadir uno de los problemas más
dolorosos que tiene que enfrentar el matrimonio, no ahora, sino desde que se
inventaron la monogamia, que es la infidelidad.
Personalmente
he llegado a la conclusión que nosotros en nuestro afán de alejarnos del reino
animal, se nos olvido que formamos parte de él e insistimos en no tomarlo en
cuenta, en otras palabras vamos contra la naturaleza con sus pertinentes
consecuencias al respecto.
Los
seres humanos somos polígamos. Pero siglo tras siglo, nos han enseñado que tenemos
que ser monógamos, aunque eso signifique que tal creencia ha sido la causa de
tanto sufrimiento y dolor. Hay personas que la asumen como parte de sí mismos
esta monogamia, pero la gran
mayoría se debate entre serlo o no, y/o aceptarlo de
su pareja o no.
Si
nos ponemos a pensar, los seres humanos, queramos o no, somos sexuales, y nos
guste o no en el abordaje que hacemos de cada persona este aspecto entra en
juego. Hacia afuera lo negamos pero no podemos dejar de pensar con la vagina o
el pene cuando nos relacionamos, y los únicos que si saben cómo funciona conscientemente
la cosa son las empresas que se alimentan de ello.
Total,
hay una especie de mercado abierto para la interacción sexual y afectiva. Hay
personas que conscientemente toman la decisión de ser fieles, casi siempre su
contraparte no lo es, lo que los lleva a grandes sufrimientos y se convierten
en verdaderos luchadores o luchadoras por mantener la pareja no importa que
tantas vicisitudes tengan que pasar.
Quisiera
dedicar este artículo a esas personas casadas que contra viento y marea
mantienen los vínculos matrimoniales: a esos guerreros y guerreras!
Una
vez, una mujer se encontró con una amiga que estaba viviendo un episodio de
estos, literalmente, tenebroso, con bruja a bordo, dinero perdido, enfermedades,
violencia física, etc., etc., y le preguntó como estaba su situación, al ella
contársela, empezó a opinar al respecto. Su respuesta la dejo anonadada,
avergonzada y reflexiva:
“Aja,
ya no tengo amigas! Todas quieren opinar y se molestan porque no hago lo que me
indican, caramba! Cada quien se enjabona como puede! Y solo yo sé que me
aprieta!”
Toma!
Por metiche! Creyendo ayudar, lo único que hacemos es meternos en una fiesta
(pésima fiesta, pero fiesta al fin y al cabo) a la que nadie nos invito. En un
matrimonio solo sabe que pasan los dos que están adentro, el resto opinamos
como si fuera una serie televisiva, pero no tenemos ni idea que haríamos si
estuviéramos en esa circunstancia.
Años
atrás, la infidelidad era reconocida en los hombres, la infidelidad femenina
era bastante inusual por lo menos a simple vista, pero ahora, es bastante común,
de ahí, que veamos hombres derrumbados igualito que las mujeres, y se
podría decir que pocos se escapan de
vivir esta situación.
Viéndolo
desde la barrera, uno se pregunta ¿ por qué tanto sufrimiento porque dos
decidan divertirse?
En
algún momento del camino la infidelidad en las mujeres tenía un tinte
existencial, cosa que se perdió y para los hombres es tan normal tener sexo
como comer o ir al baño, no comprometen para nada su afectividad, ni sus metas,
ni logros ni nada, bueno, muchas mujeres también lo hacen así, pero ese
funcionamiento es inherente especialmente a los hombres.
Pero
hay un tipo de infidelidad que es la que más lastima, la que es repetitiva a
través del tiempo con la misma persona. Antes eran felices o mejor dicho
infelices los tres pero ahora es (in)felices los cuatro. Por qué? Porque los
dos que no están en la fiesta o se hacen los locos o entran en un proceso de
dolor, lucha, odio, rencor, rabia, amor propio dolido, lucha de poderes, y
muchas veces es tanta la presión que terminan literalmente enfermos
físicamente, pero no pueden dejar ir, ni se pueden ir. Por eso digo que son
guerreros, porque a pesar de sí mismos luchan por lo que creen así se mueran en
el camino. Desde fuera solo podemos ver los destrozos de dos seres que un día
tomaron la decisión de formar una sociedad eterna, pero que no contemplaron que
esa eternidad excedía su capacidad.
Por
eso, como la señora que se encontró mi amiga, cada quien que se enjabone como
pueda!